miércoles, 11 de septiembre de 2013

A MI CUÑADO ALEX

Mi cuñado Alex y mi hermana el 10 de octubre de 2010 algunas semanas antes del terrible diagnóstico.
Tengo la imagen gravada en mi mente. Era una tarde de lunes de noviembre de 2010 cuando me reencontré con mi hermana y mi cuñado que venían del médico. Vi salir a mi hermana del coche con los ojos llorosos y supe que me iban a dar la peor noticia. Me acerqué al coche, miré a mi cuñado que estaba sentado en el lugar del conductor y él me confirmó el diagnóstico con un simple: "Es chungo, cuñá". Después se comió una barrita de cereales que minutos antes su hijo me había rechazado.
Los días posteriores fueron terribles, que difícil hacerse a la idea. Yo sabía a lo que se enfrentaría. No acababa de creérmelo. Porque a él. Porque ese castigo. No se lo merecía.
Hasta entonces no había oído hablar de esa enfermedad llamada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y ahora se iba a convertir en una terrible compañía.
El pasado viernes 6 de septiembre mi cuñado Alejandro respiró por última vez. Se iba y nos dejaba tristes y vacíos después de casi tres años padeciendo una enfermedad que le había ganado la batalla y finalmente la guerra desde el principio.
Mi cuñado era un tipo alto, imponente y corpulento. Era alegre, de la broma, siempre riendo, terco y muy presumido. Trabajador y con voluntad. Era una persona buena y una buena persona.
Poco a poco la ELA fue atrapando no solo a su cuerpo, también a su alma. A pesar que fue capaz hasta casi el final de no perder el humor, las últimas semanas yo lo notaba cada vez más triste, en ocasiones malhumorado pero supo siempre recibirme con educación. Los últimos días ya casi no estaba, no era él.
Poco a poco iba apagándose, poco a poco más quieto, poco a poco más lejos, hace unos meses perdió la capacidad de hablar y pienso que eso fue algo que le afectó mucho pues desde entonces el deterioro pareció acelerarse pero hasta hace dos meses no pensaba que se iría tan pronto. En junio, después de una estancia en el hospital por problemas respiratorios volvió a casa y a partir de entonces empece a pensar que el final ya estaba cerca.
Y que duro a sido para todos, especialmente para su esposa y sus hermanos, tan cerca de el hasta el final.

Querido Alex: 
Que duro fue ver como te marchabas, cuantas cosas hubiera querido decirte y no te dije. Maldito pudor que a veces nos impide ser libres y expresar con palabras todo aquello que sentimos. Maldito miedo a que pensaras que me estaba despidiendo antes de tiempo. Como duele mirar tus fotos y saber que ya no podremos verte más, como me cuesta aceptarlo, es que no me lo creo, es que en ellas estas tan vivo.
Supongo que el tiempo todo lo cura y que llegaremos a vivir con tu recuerdo pero eras tan joven y tan alegre y la enfermedad te mató tan rápido. 
Como te echo en falta. Te recordaré siempre.